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Matrimonios

El matrimonio de Beth y Felipe: un "sí, quiero" retro-campestre

Estos novios querían una fiesta divertida y así fue como organizaron una celebración con inspiración de los años 50, en un entorno muy natural.

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Beth Carreño y Felipe Armijo se conocieron el 19 de septiembre del 2007 en un pub en Valparaíso. Desde ese instante iniciaron una amistad, la cual se mantuvo durante muchos meses a través de Internet, hasta que se dieron cuenta que compartían gustos en común, lo que los llevó a convertirse en pareja.

Siendo ambos universitarios; ella, estudiante de Diseño con residencia en Quintero y él, alumno de Kinesiología con residencia en Valparaíso, lograron sostener esta relación a distancia hasta que decidieron vivir juntos en el 2012.

“Pololeamos durante nueve años, la mayoría de ellos a distancia viéndonos los fines de semana, luego vivimos un poco más de dos años juntos y, posterior a eso, nuevamente en ciudades distintas por temas laborales”, comenta Beth.

Sin embargo, ningún obstáculo se interpuso ante su amor y así fue como llegó la anhelada propuesta de matrimonio en junio del 2016, en una romántica cena un sábado por la noche.

“Felipe me invitó a cenar en Capducal. Reservó una mesa junto al mar, a la luz de las velas y de pronto sacó una pequeña cajita con forma de corazón, se puso de rodillas y me preguntó si me quería casar con él. Para mí fue una gran sorpresa, porque llevamos casi diez años juntos, pero nunca había sido un tema el hecho de casarse. Yo no soy cristiana y, por lo mismo, jamás pensé en la idea de entrar a una iglesia o vestirme de blanco”, señala la hoy flamante esposa.

La respuesta de Beth obviamente fue “sí”, pero esa no fue la única sorpresa, ya que Felipe además le entregó un sobre con una ilustración de la torre Eiffel: “Le pregunté ‘qué es’ y me dijo ‘nuestra luna de miel’. Con gran emoción lo abrí y ahí estaban nuestros pasajes a Francia. Él sabía que uno de mis grandes deseos era vacacionar en París, por lo que fue un detalle muy romántico de su parte hacerlo realidad”, recuerda la novia.

La ceremonia y fiesta

Los pasajes tenían fecha para marzo, así que Beth y Felipe se casaron el 21 de enero en la Posada del Parque, ubicada en el camino Concón-Quintero. Se trata de un lugar de entorno campestre, con mucha naturaleza y cercano a un humedal.

Solo acompañados por sus familiares y amigos más íntimos, la ceremonia comenzó a las 16.00 horas, seguida por un catering al aire libre en la terraza del recinto. La cena, en tanto, se montó en los jardines de la Posada del Parque, en un espacio que se adaptó con mesas bajo un toldo árabe con guirnaldas de luces.

Todo el servicio de banquetería, decoración y wedding planner fue realizado por Arroz con Leche; mientras que, para el estilo del matrimonio, los novios optaron por el rockabilly, inspiración años 50, con una paleta cromática predominante en colores rojo, negro y blanco, con diseños a lunares y rosas.

“Decidimos que el matrimonio fuese al aire libre, y que mezclara lo campestre y natural con lo retro. Para ello se utilizó una decoración de las mesas con centros de vinilos, cassettes, flores rojas, manteles negros, servilletas rojas y detalles de vestidos de papel en origami como elementos decorativos. Además, arrendamos un Ford 1947 descapotable, el cual me trasladó a la ceremonia y que utilizamos posteriormente en la sesión de fotos en Ritoque”, explica Beth.

Por otro lado, encontraron cotillón de época y así fue como ofrecieron accesorios tipo charleston a las mujeres, como boas de plumas, collares de perlas, guantes de encaje, tocados de flores lentejuelas y plumas; mientras que los hombres se lucieron con gorros, metralletas, suspensores y pistolas de estilo gángster.

El look de los novios

Siguiendo con el concepto poco convencional de este matrimonio, Beth se inclinó por un traje de dos piezas, compuesto por una falda roja de satén, con un bodie blanco de gasa y encaje con escote corazón y aplicaciones de perlas. El atuendo completo pertenece a su línea de ropa Juana Rosa, de la que es creadora y diseñadora. Para complementar el look, los zapatos escogidos fueron peep toes de charol blanco con detalles en negro. Estos últimos, de la marca brasileña Vizzano.

El ramo, también diseñado por la propia novia, consistía en rosas rojas y un crisantemo blanco, más plumas color negro y sintonizaba con el prendedor del novio: “Confeccioné el mismo ramo en miniatura para que que él lo llevara puesto en el traje. Tomé la idea de mezclar plumas, ya que la Posada del Parque es un lugar de avistamiento de aves en proceso de migración, lo que me pareció entretenido jugar con ese concepto”, revela Beth.

Su maquillaje estuvo a cargo de José Rosales y para el cabello se realizó un alisado japonés en el salón Lady Mouestache. La manicure corrió a cargo de Coqueta Nail Art (Viña del Mar), mientras que los anillos de matrimonio los eligieron en Joyería Sanz (Villa Alemana).

“Ese día usé también una pulsera de plata con diseño de soles que era de mi hermana, quien falleció hace dos años, pues quería llevar algo que me hiciera sentir que ella estaba presente en ese momento”, agrega Beth.

Por su parte, el novio usó un traje de la Sastrería Briff, con un corbatín color rojo y camisa blanca con botones también rojos.

Otros detalles especiales

Otro detalle especial fue que utilizaron como porta alianzas un antiguo joyero de corazón que le regaló Felipe a su novia durante el primer año de pololeo.

“La torta la encargamos a Color Pastel. Decidimos diseñar una torta con estética rockabilly y para ello creamos el primer piso en color rojo con lunares blancos y el resto de los pisos blancos con rosas rojas. Los figurines de la torta fueron una pareja de conejitos vestidos con los colores que utilizamos en nuestros atuendos ese día. Tenemos un conejo mini lop de mascota y por eso la parejita de conejos. Los figurines los realizó Daniela Diamandis de Dominación Cupcake”, comenta la mujer de Felipe.

Por último, todas las imágenes fueron tomadas por Haz Fotografía, a quienes contrataron por el estilo y propuesta fotográfica ofrecida. “Buscábamos agregar valor a nuestro patrimonio en imágenes y es justamente lo que Rosa logró con nuestro book de matrimonio. Destacó su ingenio y creatividad durante el registro de todo el evento”, relata Beth.

Y si bien su conejo no asistió al matrimonio, decidieron fotografiarlo ese mismo día en casa y vestido de paje para que también fuese parte del registro correspondiente.

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